DS: el Citroën que surgió de los humanos pero pareció extraterrestre
Hace casi 65 años, concretamente el 6 de octubre de 1955, Citroën presentó en el Salón del Automóvil de París el DS 19, un coche que rompió moldes por su estética e innovaciones mecánicas, con soluciones tan desconocidas para la época que parecía un coche venido de otro planeta.
Pero no. Surgió de seres humanos, con nombres y apellidos. Del proyecto que lideró André Lefèbvre, de la ingeniosa visión del diseñador Flaminio Bertoni, del talento y valentía de Paul Mages, que se ocupó de la suspensión, y del trabajo de Walter Becchia en el apartado mecánico, entre otros.
Tal fue el éxito del DS que, a pesar de su elevado precio –en torno a los 16.000 francos suizos–, en un solo día se registraron 12.000 pedidos de este coche, sumando 80.000 al final del Salón, lo que equivalía a la producción estimada de dos años. Un fenómeno casi comparable con el iPhone de Apple en 2007, por hacer cierto paralelismo.
El DS 19 atrajo miradas, alabanzas y no faltaron críticas, por supuesto, pero prevaleció el justo reconocimiento a todo lo que significó en la industria automovilística. Otra consecuencia de su fama fueron los apodos con los que creció popularmente la leyenda, tales como “Tiburón”, el más conocido, o “Sapo”.
El Citroën DS 19 era una elegante berlina de 4,8 metros de longitud, 1,8 de alto y casi 1,5 de alto. Tenía carrocería de cuatro puertas y una distancia entre ejes que superaba los 3 tres metros.
Sus formas aerodinámicas se adelantaron, sin duda, a la época, pero además de ser efectivas daban como resultado una silueta enormemente atrayente. Hoy en día casi nadie puede evitar fijarse en él si tiene la suerte de contemplar uno.
El interior era amplio, con un puesto de conducción increíblemente ergonómico para la época, ya que todo estaba al alcance del conductor sin ni si quiera quitar las manos del particular volante de un radio. Los asientos eran mullidos y de excelente factura, como los acabados, porque no hay que olvidar que era un coche de gama alta.
El motor de cuatro cilindros con el que se estrenó tenía 1,9 litros de cubicaje y desarrollaba unos 75 caballos, quizá el elemento menos brillante de un conjunto que pesaba 1.185 kg y que era capaz de alcanzar los 145 km/h. La caja de cambios era semiautomática de cuatro velocidades y se accionaba mediante una palanca ubicada en la columna de la dirección.
Fue una de las grandes revoluciones de este modelo. Sin entrar demasiado en detalles técnicos, y aunque se introdujo parcialmente en un modelo anterior, la principal novedad estaba en la utilización de un sistema hidroneumático de gas y aceite que generaba un efecto autonivelador y permitía un confort de marcha desconocido hasta la fecha. Generaba nuevas y gratas sensaciones (aunque no es del modelo original, en este vídeo promocional de Citroën se puede ver cómo funcionaba el sistema).
Otra de las grandezas del DS es que el circuito hidráulico también actuaba sobre los frenos, dirección y el embrague, lo cual mejoraba el rendimiento de dichos elementos.
Y ya que hablamos del sistema de frenado, es de justicia añadir que el DS 19 fue el primer coche en incluir de serie frenos de disco delanteros, un elemento que no comenzaría a extenderse a otros coches al menos hasta cinco años después.
El Citroën DS estuvo vigente durante dos décadas y fue lógicamente evolucionando con el tiempo. Hubo versiones familiares de cinco puertas y también descapotable, además de variantes deportivas que cosecharon notable éxito en la especialidad de los rallyes.
Al DS le siguió otro modelo muy popular, el CX, pero tanta influencia tuvieron las siglas que el Grupo PSA, propietario de Citroën, decidió crear DS como marca independiente en junio de 2014, empezando a partir de ahí una nueva etapa en la historia del automovilismo.