El automóvil: la evolución que (también) ha cambiado nuestras vidas
El automóvil es uno de los viejos inventos que más sorpresas tecnológicas ha aportado a la sociedad. Porque hace mucho tiempo que dejó de ser una herramienta que nos llevaba del punto A al punto B, y ha vivido un proceso de innovación que durante las dos últimas décadas se ha acelerado gracias, entre otras cosas, a la electrónica y la tecnología digital.
En el año 2000, cuando nació 20minutos, las marcas que habían apostado por instalar plantas de producción en nuestro país, como Renault en Palencia, Valladolid y Sevilla; Mercedes en Santander y Álava; Volkswagen en Navarra; Ford en Almussafes; PSA en Madrid, Zaragoza y Vigo, y Seat y Nissan en Barcelona, veían cómo cada vez se producía más y mejor, consolidándose estratégicamente en el mercado internacional.
El Seat Ibiza, el Renault Mégane, el Ford Mondeo o el Hyundai Santa Fe eran algunos de los modelos que poblaban nuestras carreteras, y hoy siguen todos ellos vigentes, pero apenas tienen en común el nombre y el segmento.
Aquellos eran los años de la reinvención del Mini y la eclosión de los monovolúmenes compactos, como el Fiat Multipla o el Opel Zafira, que empezaban a tener muchos seguidores. De los SUV (Sport Utility Vehicle) ahora tan de moda, ni rastro, hasta que en 2007 irrumpió el Nissan Qashqai y creó una tendencia que sigue hoy imparable.
En los últimos años, el cambio más rompedor ha sido el de los coches eléctricos, si bien a pesar de su crecimiento las ventas no dejan de ser aún testimoniales. Su elevado precio y la falta de infraestrucutra para la recarga pesan como una losa, y eso hace que los híbridos y los híbridos enchufables sean mucho más lógicos, al menos en este momento.
Durante estas dos décadas, gran parte de los modelos han sustituido las agujas por pantallas digitales, la clásica llave de contacto comienza a ser un recuerdo, y para la rueda de repuesto la actual tendencia es llevar dentro del maletero un kit antipinchazo o montar neumáticos runflat (sin aire) que en los 2000 eran minoritarios.
Los procesos de mantenimiento también han evolucionado. Ahora prácticamente solo hace falta reemplazar el filtro de gasolina y de aire cuando cumplen su ciclo, las bujías cuando completan una vida útil de más de 40.000 kilómetros y verificar el sistema de inyección.
Hace 20 años, el número de cilindros y su cubicaje era considerado un signo de estatus. Si se quería presumir, cuanto más y más grandes, mejor, pero hoy los motores han bajado la cilindrada con el objetivo de ser más eficientes en consumo. Y lo mágico es que no han perdido rendimiento.
Otro detalle de los coches de los primeros compases de siglo XXI eran los faros halógenos, que han dado paso a los faros bi-xenón y sobre todo a la iluminación por LED, más económica, compacta, de vida útil más larga y con menor consumo de energía.
Los dispositivos que ahora conocemos como de «infoentretenimiento» no existían. Si acaso sistemas de radio-CD con navegador, y solo en segmentos altos. Ahora, la conectividad manda y se ha popularizado en alianza con los dispositivos móviles inteligentes. Los sistemas multimedia permiten escuchar música, realizar llamadas telefónicas y seguir rutas con información del tráfico en tiempo real. Incluso la conexión por cable se está sustituyendo por sistemas inalámbricos, y los comandos por voz se imponen como la mejor manera de evitar distracciones y conducir de forma más segura.
En materia de protección, los airbags extendidos a lo largo y ancho del habitáculo, los controles de estabilidad o las estructuras deformables han supuesto la diferencia entre una muerte casi segura y salir prácticamente ilesos incluso de los accidentes más graves. Tampoco había rastro en 2000 de los variados y eficientes asistentes de seguridad y conducción que hoy se generalizan: controles que mantienen la distancia de seguridad automáticamente con el vehículo que nos precede, sistemas que frenan el coche por sí solos para evitar un impacto o un atropello, navegadores que predicen lo que hay tras una curva… son todos elementos que llevan inequívocamente al nuevo capítulo tecnológico, la conducción autónoma, pero hay camino que recorrer.