Mi nombre es John Z. DeLorean y logré mi sueño: construir un coche de película
Mi nombre es John Zachary DeLorean. Fallecí hace ya algunos años, en 2005. No debí de llevar una vida del todo ejemplar, porque desde entonces estoy en el purgatorio. Ignoro hasta cuando, pero como tengo mis recursos me he deslizado por la frágil personalidad de un periodista para contar algo sobre mí.
Los coches son mi pasión. Y también las mujeres, todo hay que decirlo. Mi segunda esposa, Kelly, era modelo. También la tercera, Cristina, aunque esta era bastante más joven que yo. Pero no estoy aquí para hablar de eso.
Papá, Zachary, vino de Rumanía a buscarse la vida en EE.UU. Entre otros muchos sitios trabajó en Ford Motor Company. Era delegado sindical, pero me contó cosas que despertaron mi curiosidad. ¡Allí construían coches! Y me encantaban.
La verdad es que tanto él como mi madre, Kathryn, hicieron todo lo posible para darme a mi y a mis tres hermanos todo lo que pudieron. Incluso pude aprender a tocar el saxo. Y no se me daba mal. De hecho, eso me dio acceso a algunas becas.
Siempre he tenido curiosidad por todo. Mal que bien empecé a formarme en cuestiones técnicas. Ahí comenzó mi sueño, aunque también una vida tanto… “agitada”.
Como pude fui completando mis estudios de ingeniería industrial. Ya tenía una idea, todavía difusa, en mi cabeza. Bueno, en realidad tenía varias.
Tras cumplir con la patria en la Segunda Guerra Mundial me gradué, no sin antes adquirir algo de experiencia en Chrysler, una puerta que me llevó a la especialización en el mundo de la automoción.
Entremedias probé en el mundo de las finanzas y el comercial, porque tenía que saber de todo, y luego me formé en administración de empresas.
Llegué a General Motors, y junto a un gran equipo allí vi hacerse realidad uno de mis grandes proyectos, el Pontiac GTO, un coche con “alma” de deportivo que la verdad sorprendió mucho.
Yo tenía las cosas claras, pero mis compañeros de directiva no estaban muy de acuerdo con mi forma de ver y hacer las cosas, así que di por terminada mi etapa en General Motors en 1974, justo después de fundar DeLorean Motor Company, o DMC, en 1973.
Mi empresa, mi visión y mis reglas. No tardé en empezar a dar forma a mi verdadero sueño: el DMC-12. Me rodeé de los mejores para construirlo, como William T. Collins, con quien trabajé en Pontiac, o Giorgetto Giugiaro, de cuyo pincel salió la peculiar estética del coche y las famosas puertas tipo “ala de gaviota”. ¡Qué trabajo nos dieron!
Para el DMC-12, que medía 4,2 metros de longitud, quise un motor potente, un 6 cilindros que llegara a los 200 CV, pero la normativa lo “capó” hasta los 130 caballos finales. Todo no podía ser. El propulsor iba colocado en posición trasera e intentamos que pesara lo menos posible. De hecho, probamos fórmulas que ningún gran fabricante se había planteado para el chasis, pero no funcionaron.
Entretanto utilicé mis dotes de negociación para que el gobierno británico apostara por mi fábrica en Irlanda del Norte, y conseguí un compromiso de Margaret Tatcher para que invirtiera en ello. Tenía claro, eso sí, que mi coche era para el público de EE.UU. En Europa no iba a funcionar, como así fue.
Yo no conseguía centrarme del todo, ya que alguien me metió en un lío de narcotráfico que destrozó mi vida, mi empresa y mi sueño. Un argumento de película* que acabó con mis huesos en la cárcel, aunque posteriormente, con el daño ya hecho, me exoneraron.
En cualquier caso, el DMC-12 que vio la luz en 1981 era único. La gente se quejó de su elevado precio, 25.000 dólares, pero lo valía. También de su rudo diseño, de la apertura de sus puertas o de su carrocería de acero sin pintar, pero nadie podía negar que era un coche diferente. Y el tiempo me dio la razón.
Cuando Bob Gale, productor de “Regreso al futuro”, me llamó para pedirme permiso e incluirlo en una película, no lo dudé. Sería la mejor campaña de publicidad posible. ¡Y funcionó! Ya no importaba tanto su aspecto ni su precio. El DMC-12 se convirtió en una estrella, el coche con el que unos intrépidos personajes viajaron en el tiempo.
Antes de que DMC cerrara las puertas en 1982, se construyeron 8.500 unidades del DMC-12, y las piezas restantes pulularon por diferentes compañías hasta que, según mis investigaciones por aquí, un tal Stephen Wynne se ha decidido a construirlos de nuevo, como los originales, e incluso los equipa con navegador… ¡Ah! Y por unos 60.000 dólares… que ahora no deben de ser tantos. ¿Quieres uno?
* La vida de John DeLorean ha sido reflejada en documentales o películas como “Framing John DeLorean” (2019), dirigida por Don Argott y Sheena M. Joyce, y protagonizada por Alec Baldwin, o la británica “Driven” (2018), de Nick Hamm y con Lee Pace como protagonista.