Mitos y mentiras de las bicicletas eléctricas, sean plegables o no
Los vehículos de movilidad personal, prácticos y eléctricos, se han convertido en protagonistas indiscutibles del transporte en ciudad. Bien sea en modalidad de alquiler por minuto o uso o de compra personal, tanto los patinetes eléctricos como las bicis de pedaleo asistido son elementos cada vez más habituales en el tráfico urbano.
Sin embargo, hay ciertos mitos y mentiras que pesan sobre los vehículos como las bicicletas eléctricas o e-bikes. Desde sus opciones de uso, sus precios o sus prestaciones, se oyen varios discursos que pueden desalentar a los usuarios primerizos en la compra de uno de estos modelos.
Al llamarlas eléctricas, la gente puede pensar que apenas hay que hacer esfuerzo para mover estas bicis, como si de motos se trataran. Sin embargo, su motor eléctrico asiste el pedaleo pero necesita de manera imprescindible que el ciclista mueva las piernas para iniciar y mantener el movimiento, por lo que sí contribuyen a llevar una vida más activa.
La mecánica de estas bicis es cada vez más sencilla e incluso en los modelos plegables se mejoran los mecanismos, facilitando su apertura y cierre. En lo relativo a las baterías, sucede al igual que en el coches eléctricos: el avance de la tecnología permite que el alternador dure más y sea más sencillo de cargar.
Los modelos más modernos difieren, como en todo, de los primeros prototipos. Los fabricantes apuestan por un diseño ligero, con las baterías integradas en el cuadro para mejorar la estética, lo que facilita la reducción de peso que, combinada con unos buenos materiales, acaba convirtiendo la bici en un instrumento sencillo y manejable.
Los rangos de autonomía varían dependiendo del trayecto a completar y del tipo de bicicleta y algunos modelos alcanzan hasta los 100 kilómetros de recorrido. Sin embargo, cuando la pila se gasta o se acaba, no hay nada que temer: las e-bikes pueden seguir utilizándose como una bici convencional, pedaleando sin la asistencia de la batería.