La velocidad es uno de los mayores factores que aumentan el riesgo de sufrir lesiones graves en caso de que se produzca un accidente de tráfico. Según la Dirección General de Movilidad y Transporte de la Comisión Europea, la velocidad es determinante en el 30% de los accidentes mortales y, a partir de 30 kilómetros por hora, las probabilidades de fallecer en un atropello se multiplican hasta por cinco.
Así que respetar los límites de velocidad ya no es únicamente un discurso de multas, aunque las sanciones pueden ir desde los 100 a los 500 euros con pérdida de puntos incluida. El aspecto disuasorio de los radares también pasa por lo económico y, aunque se acusa a las autoridades de intenciones recaudatorias, la respuesta siempre es que los cinemómetros están para disuadir y prevenir, no para multar.
Sin embargo, la DGT ha dado un paso más allá para pillar in fraganti a los conductores adictos al acelerador. Después de la modalidad cascada, que cazaba a aquellos que nada más pasar un control de velocidad pisaban a fondo el pedal, los conductores se acostumbraron y se aprendieron el truco. Así que Tráfico, tras unas pruebas realizadas en Navarra el pasado noviembre, está pensando si instalar en el resto del territorio los radares antifrenazo.
El funcionamiento es muy similar al de los radares cascada y su finalidad es hacer efectivos este tipo de controles de velocidad para reducir los riesgos en la carretera. En resumen, se trata de instalar un radar móvil un par de kilómetros antes del fijo. Así, el frenazo de los conductores antes de cruzar el radar no sirve para nada y acaban siendo igualmente sancionados, ya que los controles móviles han captado su velocidad real.
Con esta medida se evitarían, además de accidentes por conducir a una velocidad elevada, cambios de ritmo bruscos en el tráfico de las carreteras y autopistas, donde los frenazos súbitos y los acelerones son igualmente peligrosos.