¿Puede sobrecalentarse la batería de un coche eléctrico? ¿Y explotar?
La movilidad eléctrica lucha contra muchas dificultades que no siempre están referidas a la autonomía de los vehículos o a la falta de una infraestructura que permita recorrer largas distancias con ellos. La seguridad y los falsos mitos sobre los peligros de las baterías eléctricas también calan en los conductores.
Lo primero que hay que aclarar es que un vehículo eléctrico es sometido a las mismas pruebas de seguridad del EuroNCAP que uno de motor de combustión, por lo que son coches tan seguros como cualquier otro modelo. Es más, gracias a lo compacto que es su motor es posible que en un choque frontal sean incluso más fiables.
En lo que se refiere a los componentes eléctricos y, más en concreto, a la batería que alimenta el motor, es cierto que se pueden dar situaciones extremas en las que la pila sufra un sobrecalentamiento, bien sea por temperaturas demasiado elevadas o por un fallo técnico.
Dejando a un lado los avances mecánicos y tecnológicos que mejoran cada día más la calidad de estos vehículos, hay que reseñar que las baterías de los coches eléctricos han de superar varias pruebas de seguridad antes de salir al mercado y a la carretera.
Los tests a los que se someten las baterías de los automóviles eléctricos se pueden clasificar en cinco grupos que ponen a prueba diferentes cualidades de la batería pero también diferentes peligros que pueden dañar su funcionamiento.
La primera de ellas es la de vibración, por la que se asegura que el funcionamiento de la batería no se interrumpe independientemente del firme por el que circule el coche.
La segunda prueba somete a la pila a unos ciclos térmicos en los que hay varios cambios bruscos de temperatura y de los que la batería ha de salir operativa. Así se tiene la seguridad de que puede soportar condiciones de clima variables sin sobrecalentarse.
Después se intenta cortocircuitar la pila para comprobar que, en caso de fallo eléctrico, la pila no explotará aunque pueda llegar a inutilizarse. También se somete a pruebas de resistencia al fuego o de sobrecarga y descarga, para comprobar que no se sobrecalienta, explota o se incendia.
Por último, se testea la resistencia de la pila sometiéndola a un choque mecánico, como si de una colisión se tratara, e incluso aplastándola. La intención de todas estas pruebas es demostrar que, aunque la batería sufra daños hasta el punto de no funcionar, mantendrá la seguridad de los usuarios del vehículo sin explotar o incendiarse.